El Nevada en la Carretera

 

Un comienzo complicado

El día que cruzamos a Futaleufú (9 de enero) amaneció despejado pero a medida que nos acercamos a la cordillera se fue nublando hasta comenzar a llover en la frontera. La idea era pasar pasar una sóla noche ya que no había mucho para hacer pero como el pronóstico daba mal tiempo para el día siguiente preferimos quedarnos ya que viajar con lluvia en ripio no es muy aconsejable y los paisajes no se pueden apreciar para nada. El segundo día en el pueblo paseamos caminando abajo de una llovizna persistente y descansamos de los dos largos días de viaje desde Rosario. Por la noche (por el horario ya que a las 22 es de día) salimos con el auto a cenar, y al arrancarlo vemos que la luz del alternador permanecía encendida. Grave por ser el comienzo del viaje, más aún a dónde nos dirigíamos, una ruta con escasos pueblos con muy poca posibilidad de reparar un auto. Averiguamos en la hostería si había algún mecánico en Futaleufú, y nos mandaron al único disponible. La verdad es que el taller parecía una villa miseria y el tipo no nos dio mucha bolilla ni para ese día ni para el siguiente. Cambiamos de planes y decidimos volver a Esquel para resolver el problema ya que estábamos a sólo 70 km. Nos recomendaron ir a Trevelin (20 km antes) pero con datos no muy precisos de dónde buscar un electricista.

Al día siguiente (11 de enero) nos levantamos muy temprano para estar en la frontera, a sólo 10 km, que abría a las 8 para ver si podíamos reparar el auto en el día y volver por la noche. En la Aduana argentina nos recomendaron un electricista de Esquel que les atiende las camionetas, así que apenas tuvimos señal de celular en Trevelín lo llamamos y nos dijo que vayamos directamente aunque a media mañana el tenía que salir por un rato al médico. Le dejamos el auto a las 9 y media (y un alternador reparado de repuesto que llevo después del problema que tuvimos en Perú), y nos fuimos caminando al ACA a unas 15 cuadras para esperar novedades. Al mediodía llamamos y nos dijo que había revisado el alternador y no había encontrado ningún problema por lo que iba a cambiar el regulador de tensión que no podía probar y probablemente por eso no cargaba. Esperamos mirando la tele y navegando con el WiFi del bar y a las 2 y media nos llamó que el auto estaba listo. Cuando me entregó el auto noté que el aire acondicionado tiraba poco pero no le di mucha importancia vi que una de las salidas de aire estaba semicerrada. Salimos a las 3 ya rumbo a la frontera.

En Tevelin el calor era insoportable así que abrí las ventanillas y ahí me di cuenta que bajaban muy lento y si trataba de bajar las dos al mismo tiempo el auto se frenaba. Lo llamé al electricista para decirle que nos volvíamos porque había otro problema más grave, o el mismo no resuelto. Faltando 16 km para llegar al taller el auto ya no tiraba nada y pese a que no se veía ninguna luz prendida se notaba que la batería estaba por morir. Al final, donde ya no había señal de celular nos quedamos tirados en la banquina con el auto "fallecido" a las 4 y 20. Hicimos dedo pero nadie nos paraba hasta que apareció una camioneta de Vialidad Provincial que paró. Le pedimos que nos remolque pero como él si tenía señal pudimos llamar al elctricista que nos dijo que se venía para la ruta. En 15 minutos apareció con una batería de repuesto que nos instaló para hacer algunas pruebas. Lo raro era que al poner en contacto el auto no prendía ninguna luz del tablero. No se cómo pero el tipo se tiró debajo del auto y encontró un mazo de cables con un relay en la punta colgando lleno de tierra. Al sacarlo vio que estaba oxidado y después de una limpieza precaria detectó que eso era lo qu e impedía que se cargue la batería. ya con el auto en marcha volvimos al taller donde nos recargó la batería y cambió el relay además de limpiiar bien los contactos. Lo envolvió en una goma de cámara y con un precinto lo ubicó detrás de la parrilla protegido del agua y la tierra. Terminó siendo un relay de 35 pesos (y llevamos uno más de repuesto) pero el chiste completo costó 670. A las 5 finalmente con el problema solucionado salimos para Futaleufú a donde llegamos antes de las 8.

En cada entrada a Chile tuvimos que vaciar el baúl para que no revisen el equipaje en busca de comida fresca. Lo único que pude dejar sin bajar del auto fue parte del equipo de camping y los repuestos. El bidón con nafta no lo vieron (tapado por un colchón inflable) en ninguna de las dos revisiones. Tampoco me quedó claro si permiten pasar combustible porque vi una 4x4 con un bidón bien visible aunque no sé si lo tenían lleno. Normalmente lo llevamos vacío pero ante la falta de combustible en nuestra Patagonia esta vez lo llevaba con 20 litros extra para tener cierto margen. En las aduanas ya nos saludaban como grandes amigos, "otra vez por acá?"

Finalmente, la lluvia nos salvó de seguir viaje un día antes y siendo más adelante bastante más complicado de encontrar el problema en la Carreterra Austral.

 

La tierra que tragamos

A los pocos días de viaje el aire acondicionado dijo basta ibligándonos a viajar con las ventanillas bajas ya que el Sol pegaba bastante fuerte y la temperatura pasaba de los 25 grados. Cada vez que cruzábamos a un auto había que estar atento para subir las ventanillas pero no siempre resultaba efectivo por la velocidad con que suben, o por encontrar un auto atrás de una curva a poca distancia. Así que de a poco nos fuimos llenando de tierra como en la mejores épocas de la Renoleta, que junto al Citroen 3CV tienen la ventanillas más rápidas del mercado automotor.

Yendo para el Lago Cochrane, el camino es de tierra y pese a tener el auto cerrado vimos que entraba tierra por el piso del auto. Era un polvo impalpable pero nos encaneció bastante. Faltando apenas para llegar a orillas del lago un par de km nos encontramos con un arroyo no mu profundo pero bastante ancho y con muchas piedras sueltas en su lecho. En todo el camino de cornisa desde Cochrane no nos cruzamos con nadie y tampoco se veía mucha civilización cerca, así que optamos en dar la vuelta luego de muchas maniobras ya que el camino a esa altura apenas daba para un auto y medio. Ahí me di cuenta que la tierra entraba por los burletes gastados de las puertas, tema que en la ciudad nunca le di bolilla. Unos trapos húmedos nos hicieron más respirable el regreso de 12 km por el camino de polvo, mientras insultábamos a la empleada de Información Turística que no nos había avisado que el camino se cortaba.

 

Un cierre de baúl poco convencional

En Villa O´Higgins al intentar abrir el baúl, nuestro método del rodillazo, utilizado los últimos 4 años cuando el mismo está colmado, llegó a su fin. No había manera de abrirlo y casi resignados a tener que sacar las cosas por la puerta de atrás volcando los asientos, en un último intento, terminé por reventar el cierre que ya venía muy cascoteado. Por suerte la tapa es muy pesada y muy difícilmente se abriera, pero igual usamos la soga para colgar la ropa para asegurar que no se levante en especial en el serrucho del camino. No resultaba muy estético pero sí bastante efectivo por los próximos 2800 km .

 

El semieje aguantador

Al llegar a Chile Chico, por primera vez asfalto desde que pasamos por Villa Cerro Castillo, noté el típico traqueteo de un semieje "herido" al doblar las esquinas. No quise profundizar mucho ya que en ruta no se escuchaba nada, así que seguimos ese día y el siguiente sin problemas. El anteúltimo día en Río Colorado volví a preocuparme porque al estacionar en el motel el ruido ya era más evidente. Revisé el semieje y confirmé que el manchón de goma estava reventado. En el ACA pregunté por un mecánico y me mandaron a La Adela a pocas cuadras de ahí. Por suerte estab abierto pese a ser sábado a las 7 de la tarde. No pretendía que me camnbie el semieje por uno de repuesto que siempre llevo, pero le pedí si podía agregar grasa para tirar hasta Rosario. Me dijo que sin lo le hacía un parche en pocos kms la grasa se habría desparramado, así que pusimo el auto en la fosa y previa limpieza le hizo un parche con cinta aisladora. Luego le inyectó unos cuantos bombazos de grasa. Con esta reparación hicimos los últimos 900 km a Rosario y hasta fuimos a San Pedro a buscar a Dina, 300 km más. Cuando lo revisó el macánico comprobó que la tierra había destruído la homocinética. Vaya a saber uno cuántos días estuvimos andando por el ripio con el semieje sin grasa.